jueves, 15 de diciembre de 2011

Sí, podemos!

Era un señor tan triste, que miró al cielo y dio una orden: les prohibió a las estrellas salir. Las estrellas, que siempre fueron educadas pero vanidosas tras siglos de halagos por parte de poetas y enamorados, le respondieron burlonamente que eso era imposible.
"¿Imposible? que el hombre pisara la luna era imposible. Y miren lo que hemos logrado con la ciencia"

Esa respuesta pareció tan ridícula que se escucharon carcajadas provenientes de esos astros. "¿Quién proveería de luz a la oscura noche? ¿Quién guiaría a los perdidos?
El hombre, sin perder su dejo de tristeza, comentó tranquilamente los avances de la energía, demasiados obvios como para entrar en detalles. E informó a las cabronas de determinado elemento llamado "brújula" y del más avanzado todavía "GPS".

Las estrellas pensaron. Al no encontrar respuesta, rebatieron:
"No, pero además, Señor Triste, eso sería inmoral!"
"Inmoral"-contestó el hombre-"inmoral solía ser enamorarse de una persona del mismo sexo, pero con la tolerancia y el respeto ¡Miren dónde hemos llegado!"

Las estrellas se quedaron mudas, no sabían qué contestar. Decidieron ir directo al golpe bajo.
"Piensa"-suspiraron-"en el sufrimiento, el dolor que causaríamos a las personas con nuestra falta"
"¿Sufrimiento? bah! no se preocupen, también somos unos maestros en ello. Fuimos capaces de cometer las peores atrocidades que la naturaleza ha visto, liquidar poblaciones enteras, llevar la vida hasta una subestimación que da escalofríos, arrasar con todo lo que nos brindó la naturaleza, díganme ¿qué importan unas ridículas, presuntuosas estrellas, si en ese puesto los seres humanos nos hemos llevado todos los premios?"


El Señor Triste había tenido una vida muy dura. Siempre había estado enamorado de las estrellas en secreto. Estos pensamientos rodaban en su cabeza antes de dar fin por voluntad propia a su vida, transformándose así en una constelación, no visible para los astrónomos, pero sí para todos aquellos humildes amantes de la belleza.

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