lunes, 9 de enero de 2012

Tu puerta la cerró un señor de uniforme azul

"en el calor se disuelven las agonías". Es extraño, pensó Leona mientras observaba a sus vecinas conversar apasionadamente acerca del clima, como si no hubiera un mañana. Recordó que a doña Pocha, una de las participantes de semejante cliché barrial, había perdido a su hijo hace no menos de un mes, en un accidente aéreo. "supongo que los helicópteros del ejército tienen aire acondicionado" pensó ella, permitiéndose algo de humor negro. Algo totalmente sano para la situación, que meritaba más de una lágrima por el sinsentido y la tragedia cotidiana que representaba, cual pantomima de la prole latinoamericana. 


Leona siempre fue muy observadora de esos detalles: ahí residía su personalidad melancólica y pensativa. Evitaba la gente, no la comprendía.  Le gustaban las flores y la vida tranquila, la pintura (muy acorde a sus dotes), la lectura y escribir algunos sonetos contaban entre sus escasos pasatiempos. Frecuentaba un café literario con seres de colores vivos y figuras gratas que se deleitaban con las cuentos de Cortázar y se dedicaba a enseñar francés, su otro idioma natal, a un grupo reducido de chicos risueños. Debía matemática de 2do y 3ro, nunca las preparó, era sincera en cuanto a las cosas que odiaba. Tuvo varios amores, todos causantes de desvelos, todos rendidos ante sus encantos, pero siempre excusándose. Su mejor amiga era Shalom, una gata atigrada que le daba consejos cuando lo necesitaba. No la describiré físicamente, porque lo hubiese odiado: odiaba las superficialidades. Con decir que tenía una mirada dulce, un gesto expresivo de añoranza  y mejillas sonrosadas que le daban cierto aspecto de niña, alcanza.


Leona murió internada en un psiquiátrico, algunos dicen que por un ataque esquizofrénico, otros aseguran de tristeza. Lo único que sé que en su casa, desordenada y sucia, un gato terriblemente montruoso, casi fantasmal, colorido y de expresión maligna, salió al encuentro de cuatro policías que estaban revisado. Eso es lo que dice el único policía cuya suerte no fue aparecer desangrado por arañazos en el patio de Leona y que terminó, paradójicamente, en el mismo psiquiátrico en que murió Leona.

Ayer escuché hablando a doña Pocha con una vecina. Hablaban del rumor de que Shalom ronda el cementerio, la tumba de Leona y se escuchan sus llantos, se ven sus llantos y su tristeza, pero nunca se ve a la gata.

"¿A quien va usted a creer?, ¿a mí, o a sus propios ojos?" (Groucho Marx)

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